Por sus pintas, por varias de sus portadas, por su logotipo y, ciertamente, por algunas de las canciones que de vez en cuando podían escucharse en la radio, durante largos años pensé que Thin Lizzy eran un vulgar grupo heavy, y, en consecuencia, no eran merecedores de la más mínima atención. Craso error.
En la relativamente abultada discografía del combo irlandés abunda un hard-rock peleón materializado en canciones de desigual fortuna, pero entre las que se colaban de cuando en cuando pequeñas joyas como la que nos ocupa, que, por otra parte, fue uno de sus más importantes éxitos.
Dotada de un estribillo imbatible, la canción se sustenta, además, en un formidable duelo de guitarras entre Scott Gorham y Brian Robertson y no deja de ser, en realidad, una efervescente muestra de power-pop típicamente setentero.
by Pablo Carrero