Resulta ciertamente acertada, al servicio del ritmo y el fondo de la narración, la posición que adopta Viv Albertine para escribir este muy entretenido y por momentos emotivo volumen de memorias que acaba ofreciendo una personal pero completísima visión de un periodo único y fundamental de la cultura popular de las últimas décadas. Lejos de adjudicarse un papel protagonista en la revuelta punk del Londres del 77, Albertine sí saca enorme partido a su condición de testigo de primerísima fila de aquellos revueltos y excitantes tiempos.
Aunque sí se cuenta, naturalmente, la historia del grupo, no se trata, en efecto, de una biografía de las Slits (banda menor de la hornada punk con notable predicamento entre los seguidores de la versión más vanguardista y experimental del género), sino de un atractivo relato, en primera persona y con todo el peso de su característica y atractiva personalidad, de buena parte de lo que pasaba en el Londres de la segunda mitad de los setenta.
Escrita sin mayores pretensiones pero con una grata espontaneidad y una atractiva combinación de crudeza y ternura, de agresividad y delicadeza, la primera parte del libro es una palpitante y vertiginosa acta notarial del nacimiento y encumbramiento del punk como género musical y movimiento cultural, con detallada y casi siempre generosa descripción de casi todos los personajes fundamentales de la escena, a quienes conoció bien de cerca, compartiendo casas ocupadas, grupos, escenarios y salidas nocturnas con muchos de ellos. Así, por las páginas de “Música ropa chicos” aparecen Joe Strummer o Mick Jones (novio de Viv), Malcolm McLaren, Sid Vicious, Chrissie Hynde, Johnny Thuners y una larguísimo y atractivo etcétera.
La segunda parte del libro narra, una vez terminada la aventura de las Slits, la historia de una Viv en busca de su lugar en el mundo. No es tan divertida y frenética (y apenas habla de música), pero descubre a una narradora sensible y honesta y describe un personaje verdaderamente fascinante, lleno de contradicciones y asediado por las dudas, acosado, además, por una vida llena de altibajos y golpes ciertamente dolorosos.
Pablo Carrero