Después de dos espléndidos discos al frente de Malconsejo (gloria del pop castellonense de mediados de los 90), su cantante, guitarrista y principal compositor se trasladaba a Madrid y arrancaba su carrera en solitario. Se trata de un disco magnífico, lleno de buenas canciones, letras inspiradas, guitarras crujientes y arreglos arriesgados. Un primer paso de una carrera que daría un montón de buenos discos, tanto en solitario como con Amigos Imaginarios.
Quizá por tratarse de un disco de transición en el que no logró todos los objetivos que se había propuesto, el propio Santi no es tan magnánimo con su propia primera obra en solitario. Esto es lo que opina del disco y lo que recuerda de aquellos tiempos, en los que, por cierto, se incorporaba también a la primera línea de la plantilla de Rock Indiana:
«Santi Campos. “Pequeños incendios”
Tiendo a tener mala opinión de mis discos antiguos, por eso me está viniendo muy bien escucharlos después de tantos años -siendo menos cruel-, ya que casi puedo escucharlos como si no fueran míos, cosa que es casi cierta, ya que son discos de alguien que fui.
“Pequeños incendios” (Rock Indiana 2002) es mi primero en solitario. Tengo que avisar al que no lo haya escuchado que este disco es que está mal cantado, muy mal cantado. Aparte de esto me trae grandes recuerdos.
Acababa de llegar a Madrid, después de dejar Castellón y poner Malconsejo en stand by, por lo que la mayoría de las canciones estaban ya escritas antes de decidir empezar en solitario. Por cierto, me costó mucho decidirme a usar mi nombre en vez de un seudónimo, ya que es esa época no era muy habitual hacerlo, y menos en el entorno Rock Indiana, y sonaba un poco a cantante de música ligera (confusión que hoy me habría encantado).
Todavía no conocía a mucha gente en Madrid, pero tenía claro que quería que Juan Ferrari se encargara de las guitarras. A Juan le había conocido por su trabajo en Los Brujos (grupo en el que yo le había terminado sustituyendo) y junto a Malcom Scarpa en los Jacquelines, y hacer música con él formaba parte de mi “plan secreto” a la hora de decidir la mudanza a Madrid. También tuve claro quién quería que se encargara del bajo, el castellonense David Bueno, con quien ya había tocado -también en los Brujos- y a quien admiraba (y admiro) mucho. Para la batería Juan propuso a Borja Barrueta, y no pudo ser una decisión más acertada, ya que se convirtió en una especie de director de orquesta –marcando los tempos y las dinámicas- en las sesiones de grabación. He conocido a pocos baterías que lleven el ritmo con tanta naturalidad.
La grabación hicimos en semi directo en el estudio Brazil de Rivas, bajo la atenta mirada de Javier Ortiz, un obseso del sonido y el equipo vintage que hizo que todo sonara grasiento y real. Y para mezclar el disco me fui a Benicassim (Cs), a hacerlo junto a Juan Carlos Tomás, con quien ya había trabajado muchas veces con Malconsejo.
También pasaron por el estudio los Happy Losers (coros), Guillermo Berlanga (pedal steel), Enric Monfort (percusiones) y Edu Benito (sampleados).
En definitiva, fue un disco de paso entre lo que había sido hasta ese momento en Castellón, y lo que pretendía ser a partir de ahí en Madrid, y el resultado refleja esa búsqueda. La portada es de Mayte Esbrí.