All The Bells And Whistles
Por Bryan Estepa
- No me digas que soy una cara fácil de olvidar
La primavera (australiana) de 2005. Mi banda Hazey Jane se acababa de separar y me encontraba descorazonado y desilusionado por lo rápido que las relaciones en una banda se deterioran y se termina la aventura. Se suponía que éramos una banda fabulosa, con la química interna que solo surge de compartir el amor por la música y tocar juntos en conciertos en directo. Algo así como Crosby, Stills, Nash & Young combinados con MC5. En los 18 meses que duramos juntos hicimos todo el ruido posible y yo estaba convencido que había comprado el billete de lotería adecuado para ser una estrella del rock. Pero desaparecimos antes de que nos diera siquiera tiempo a quemarnos. Me temo que la clásica historia de una banda de rock.
Así que durante unos meses no quise saber nada de tocar o componer. Ni veía la necesidad ni tenía la motivación. Pero recuerdo perfectamente que no paraba de ver documentales sobre música y de escuchar a The Band y a los Jayhawks. En esas estaba cuando me vino de nuevo la urgencia de componer y me puse a revisar viejas demos que había dejado apartadas para el álbum de Hazey Jane que nunca llegó a grabarse. Eran maquetas de temas como “Come around”, “Sunshine”, “By the window” y de un tema sin terminar que tenía un aire a las melodías de los Beach Boys pero con una parte intermedia con un toque soul un tanto raro. Para mi sorpresa, las canciones empezaron a brotar con facilidad y a comienzos de 2006 tenía unas 20 canciones nuevas. Lo que son realmente muchas para mis estándares. Sabía que tenía que convertirlas en maquetas decentes, pero estaba obsesionado con que en cualquier caso nunca se publicarían. ¿Quién querría comprar y escuchar temas de un perfecto desconocido?
Aquí es cuando aparece Michael Carpenter. Ahora todo el mundo conoce al bueno de Michael, a la enorme contribución que ha hecho al mundo del power pop y su reputación como productor desde su estudio Stagefright/Love HZ. Pero yo había ya tomado nota de su nombre desde su trabajo en el excelente álbum de debut en 2003 de Jason Walker -un artista australiano de country alternativo-, aún hoy uno de mis discos favoritos australianos de todos los tiempos. Así que aquello fue más que suficiente para convencerme de que era el tipo perfecto para convertir en presentables las maquetas de las canciones que tenía escritas. Y, afortunadamente, me dijo que sí a la primera.
Así que con muy poca pre-producción, pocos ensayos, muchas ganas y un presupuesto más que ajustado, empezamos a trabajar en “All The Bells And Whistle”» el 5 de marzo de 2006 en el creativamente inspirador estudio Love HZ en Leichhardt, Sydney. Antes de entrar en el estudio siempre había creído que sería un disco acústico al estilo del “Either/or” de Elliott Smith o del primero en solitario de McCartney. Quizá simplemente porque había compuesto todas las canciones con mi acústica en mi minúsculo apartamento. Pero según pisé el estudio tuve la intuición de que el plan original iba a acabar completamente modificado. En una habitación llena de Gretsch, Fender Strats, Telecasters, Les Paul’s, Hoffner y Rickenbackers un flipado de las guitarras como yo no tiene escapatoria.
Los dos primeros días de grabación los pasé viendo como mi ex colega de Hazey Jane Michael McGinty daba una lección de cómo se deben grabar las baterías, con gusto, con el tempo apropiado y sin un solo fallo en los diez temas. Un crack si se tiene en cuenta que se había sentado a la batería con las canciones solo dos semanas antes de la grabación. Supe que lo estaba bordando cuando después de verle y oírle el propio Michael Carpenter -que también es un batería excepcional- lo fichó para sus propios proyectos. El halago definitivo de un profesional. Ah, y recuerdo que fue la primera vez que vi poner un paño encima de la batería para grabar. Un puto genio. Y me picó. Así que un tanto a la ligera decidí que yo mismo grabaría todas las guitarras y los bajos del disco. Ningún problema con las guitarras, pero no había grabado o tocado un bajo en directo desde finales de los 90. Quería probarme y me esmeré escribiendo todas mis partes. Creía que estaba preparado hasta que una pequeña cosa llamada “metrónomo” me devolvió -dolorosamente- a la realidad. Mi tempo era espantoso por decirlo suavemente y no había manera de que tocara razonablemente dentro del ritmo. Menos mal que por allí andaba Michael Carpenter y con la paciencia de un santo me dio la confianza que solo un buen productor puede conseguir y me convenció de que lo que al final grabamos merecía la pena. Una lección que todavía hoy me aplico.
Después de sobrevivir a los bajos, me parece recordar que ya todo fue fácil y me lo pasé en grande con cada nueva sesión de grabación. En gran parte por todos los otros músicos que pusieron su sello en los cortes y me dejaron con la boca abierta de lo que un tema puede ganar cuando se está rodeado de buenos artistas. Empiezo por Jason Walker que en principio solo iba a tocar la pedal steel en algunos cortes. Pero pensando que habría una en el estudio vino con las manos vacías, así que terminó tocando una increíble lead guitar al estilo Clarence White / Robbie Robertson en “By the window”. No había escuchado antes la canción ni la había ensayado. Eso explica el pedazo de músico que es. Y cuando ya se puso con la pedal steel los resultados fueron igual de jodidamente buenos. Otra persona clave que apareció en este disco fue el que es desde hace mucho tiempo mi colega en la banda Brian Crouch (de Golden Rough / Jason Walker Band). Recuerdo a Brian venir a la grabación un poco nervioso y luego disculparse después de grabar su parte. Ni idea de por qué lo decía después de escuchar el piano y el órgano en canciones como “Cards & AM radio”, “Right now” y “By the window”. Pero luego descubrí lo que pasaba: el piano es su segundo instrumento y en realidad es un guitarrista increible. De hecho, todavía hoy creo que es el mejor guitarrista que ha pasado por mi banda. El otro músico que contribuyó de forma gigantesca al disco fue, por supuesto, Michael Carpenter. Tiene la habilidad de sacar lo mejor de ti, está siempre lleno de entusiasmo y no se corta un pelo en ofrecer sugerencias para cada parte de una canción, te gusten o no. Pero para ser honesto la mayor parte del tiempo tenía toda la razón. Uno de mis momentos favoritos del disco son los coros de “Western tale”. Según avanzábamos en la grabación del tema, era evidente que cada vez tenía más toque Beach Boys y le sentaba bastante bien. Así que Michael Carpenter la arregló al estilo Brian Wilson hasta hacer que casi se me saltaran las lágrimas durante la grabación. No me podía creer que algo tan bueno pudiera surgir de un tema mío. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que algún día podría publicarse. De hecho “Western tale” es probablemente mi tema más popular y más pedido hasta la fecha.
El destino de estas canciones (y el de mi carrera musical) cambió cuando el muy molón sello discográfico australiano Popboomerang Records (que lleva Scott Thurling) me firmó y publicó ATBAW. No puedo decir que pusiera la escena musical australiana patas arriba o que vendiera miles de copias, pero tuvo el efecto de que se fuera poco a poco conociendo en otras zonas como EEUU o Europa. Y empezaron a llegar críticas positivas de sitios lejanos e inesperados. La gente empezó a prestar atención. Eso era suficiente para mí.
- A medio mundo de distancia
Si no recuerdo mal, la industria de la música allá por 2006 / 2007 estaba todavía gobernada por foros de discusión online, por MySpace, revistas musicales y periódicos, fanzines y gente que todavía se compraba CDs y música en general. El streaming digital y la influencia de las redes sociales en nuestros gustos musicales no estaba ni en nuestros sueños (o pesadillas). Creo que esto me ayudó porque empecé a recibir un montón de amables mensajes sobre ATBAW, en particular en MySpace y en mi sitio web y desde Europa. Y muchos desde España. Estaba alucinado de que seres humanos en el otro extremo del globo estuvieran escuchando y comprando ATBAW. Más que inesperado. La gente recomendaba el disco. Y de la nada me llegó un correo de Pablo Carrero desde el respetado sello discográfico español Rock Indiana diciéndome cuánto le gustaba el disco y que si me parecía bien que lo editara en Europa. Estoy bastante seguro de que dije sí de pura alegría y que ni miré el contrato. En ese momento ninguna otra cosa importaba.
Avanzamos hasta comienzos de 2007 cuando Pablo me dice que me puede organizar una gira por España. Cuatro bolos en cuatro ciudades diferentes en cinco días. No me podía ni imaginar que esto me fuera a pasar alguna vez en la vida. Un oscuro compositor del oeste de Sidney tocando en España. Una locura. Pero en noviembre de ese mismo año allí estábamos Brian Couch, Scott Barr (bajo) y yo mismo volando en un avión a Madrid, y casi 24 horas después teníamos para recogernos en el aeropuerto a Pablo y al gran Santi Campos, otra figura clave de mis aventuras españolas. En los primeros días en España, Brian, Scott y yo hablamos y bebimos sin terminar de creernos dónde estábamos. Teníamos todo el tiempo los ojos como platos. Los ensayos nos trajeron de vuelta al mundo real, teníamos 16 canciones que aprendernos en apenas tres sesiones y con una nueva banda. Afortunadamente, tener a Charlie Bautista a la batería y las voces fue un arma secreta con la que no contábamos. Nos compenetramos rápidamente y las canciones adquirieron tono y realidad. Empezamos a sonar como una banda de verdad. Además de los temas de ATBAW añadimos versiones de “Do you wanna dance?” (Beach Boys) y de “California stars” (Billy Bragg / Wilco). Estaba completamente seguro de que musicalmente lo haríamos bien pero sin embargo no estaba muy convencido de que alguien viniera a vernos. En mi cabeza me había preparado para conciertos de 20-50 personas. Me parecía suficiente así.
El primer concierto fue en Madrid, en un local grande y elegante llamado Moby Dick. Me acuerdo claramente de llegar al local y de preguntarle a Santi de quién éramos teloneros. Me miró como si yo estuviera loco y me dijo: “solo somos nosotros los que tocamos hoy, Bryan”. Fue en ese momento cuando me puse un poco nervioso pensando en tocar en un sitio tan grande, con miedo de que nadie viniera al concierto… o a ninguno de los conciertos de la gira. Pero mis preocupaciones desaparecieron en parte en la cena antes del concierto. Fuimos a un restaurante cerca y había gente que me reconocía, me pedía autógrafos e incluso había algunos haciendo fotos desde el ventanal de fuera. Estaba alucinando. Fue entonces cuando conocí a mis amigos del maravilloso foro musical Power Pop Action. Un grupo de seres humanos increíblemente leal y entusiasta. El concierto en sí mismo, aunque ya un poco en las brumas alcohólicas de la memoria, fue un éxito. La gente coreando “Western tale” durante el concierto hizo que se me saltaran las lágrimas y la banda y yo mismo estábamos infinitamente sorprendidos del recibimiento. Todo era nuevo para mí y puedo decir que saboreé cada minuto y cada acorde sobre el escenario. Qué noche.
Los siguientes conciertos en Albacete, Valencia (otra de mis ciudades favoritas en España para tocar) y Barcelona fueron tan memorables como el de Madrid. El interés y el cariño auténtico durante los conciertos fueron increíbles y una nueva experiencia para mí. Me sentí rejuvenecido y entendí el sentido que tenía que compusiera y tocara. Además, España es un país precioso para viajar, con cada nueva región ofreciendo platos aún más ricos que la anterior y con la amabilidad y la alegría de vivir que los españoles parecen tener. Me temo que caí enamorado del país instantáneamente. El único lunar de la gira fue cuando perdí la mayor parte de la voz para el último concierto en Barcelona. No eran muy buenas noticias pensando en los conciertos que iba a tener directamente a continuación en los EEUU. Pero la amabilidad de los españoles volvió a aparecer cuando mis colegas en la banda y algunos de los músicos que nos acompañaban en canciones concretas se ofrecieron a cantar canciones en mi lugar. Al final terminé cantando con mi voz rota (todo sea dicho, después de una charla motivacional de Santi – “¡Bryan, tienes que cantar!”) y gracias también al apoyo del público que seguía animando igual a pesar de mis obvias dificultades. Bravo Barcelona. Gracias España.