John Franklin Bardin es un nombre que probablemente no les diga nada. A mí al menos no me lo decía hasta hace apenas unos días. Se trata de un escritor americano, fundamentalmente de novela negra, que nació en Cincinnati en 1916 y murió en Chicago en 1981. Tuvo un éxito menor y sólo un puñado de sus obras tuvieron cierta repercusión, siempre tiempo después de ser publicadas y siempre reivindicadas de forma extemporánea por escritores que jugaban en una liga distinta a la suya. Deben existir cientos de narradores con un perfil biográfico similar en ese tesoro artístico que son los Estados Unidos de finales del siglo XX. Éste es uno de ellos.
Desde hace años tengo la mala costumbre de apuntar todo lo que veo, leo o escucho así como todo lo que en algún momento me parece digno de ser visto, leído o escuchado. Es, como podrán imaginar, una lista (a veces muy larga y que requiere la consiguiente depuración) donde aparecen cosas evidentes que no necesitan recordatorio (el último disco de los Teenage Fanclub, la nueva temporada de Treme, la última novela de Nick Hornby, la siguiente peli de Woody Allen,..) pero también otras que si lo requieren. Estas navidades casi por casualidad di con mis huesos en esa magnífica macro librería que han abierto en Callao (La Central) y aprovechando la coyuntura eché un vistazo a la lista y vi que aparecía un libro: El Percherón Mortal, de John Franklin Bardin. Desconozco como un título tan particular acabó en mi lista (en serio, lo desconozco) pero ahí estaba y doy gracias a la providencia por ello. En algo más de doscientas páginas que se leen de un tirón volví a reencontrarme con la lectura apasionada de mi adolescencia. En ocasiones ligera y lineal como las novelas de aventuras, pero en otras retorcida y extraña como cualquier intento de artefacto de arte y ensayo. Enmarcada en la generosa etiqueta de novela negra, El Percherón Mortal es fundamentalmente una genial historia de intriga contada de un modo hábilmente tramposo pero coherente que hace bajar la guardia al lector para atraparlo en su mundo cambiante. Pasado el primer capítulo uno se pregunta de qué va aquello que está pasando por sus ojos. ¿Es en serio? ¿Es una broma? Llegado a la mitad uno ya no sabe a qué personaje creer. Pasada la última página el sujeto portador se debate entre la decepción de haber concluido una novela que ya nunca podrá decir que no ha leído y el recelo agridulce de un cinematográfico final que, en mi modesta opinión, resulta algo apresurado y que no está a la altura de lo que precede. Gran descubrimiento inesperado que inauguró con acierto e ilusión la temporada de lectura del año en curso. Larga vida a los artistas desconocidos.
by Lukah Boo