“Escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura” es una frase tal vez brillante o al menos ingeniosa que el crítico musical neoyorquino Alex Ross dice en su atractivo y certero ensayo “Escucha esto” haber sido atribuida a Martin Mull, Steve Martin o quizá a… Elvis Costello.
Felizmente, Xavier Valiño es muy partidario de bailar sobre arquitectura, tararear sobre literatura o, sobre todo, teclear sin descanso a propósito de esa incurable y bendita enfermedad que es la afición desmedida por la música pop. Porque es una obviedad que lo mejor que se puede hacer con la música es, naturalmente, escucharla, pero los musiqueros más vehementes saben que solamente un paso por detrás en su escala de prioridades está hablar sobre música. O, en su defecto, escribir.
En esta ocasión, Valiño se ha enfrentado una empresa particularmente valiente y ambiciosa, saliendo del envite, por cierto, con todos los honores.
Muy pocos músicos contemporáneos, en efecto, muestran tantas aristas, resultan tan completos y complejos, presentan una carrera tan prolífica y difícilmente abordable como Elvis Costello.
Sin haber logrado el éxito masivo más que de manera ciertamente puntual, el autobautizado como “Rey de la New Wave” superó su condición de pionero de una nueva generación de músicos inquietos sobrados de energía y de arrogancia que cambiaron de una vez y para siempre la escena musical de su país y del planeta para convertirse en una de las figuras más significativas y apreciadas del pop contemporáneo.
Aunque él mismo reniegue en cierta forma de algunos de ellos, sus discos más determinantes, los más reconocidos por la mayoría de sus seguidores, son precisamente aquellos en los que empezaba a tomar forma su singular y portentoso talento.
Los fans de Elvis Costello aprecian y regresan –regresamos- constantemente a esa joya de pop urgente y rabioso que es “My Aim Is True”, su fabuloso disco de debut que su propio protagonista no considera más que una “evidente imitación de varios cantantes y compositores americanos”; se deleitan una y otra vez con dos álbumes quintaesenciales de la nueva ola británica como fueron “This Year´s Model” y “Armed Forces”; recuerdan con gozo infinito ese personal y acertadísimo homenaje al soul de los sesenta que es “Get Happy”; no dejan de asombrarse con la perfección, la intensidad y emotividad de las canciones que conforman el maravilloso “Trust”…
Más allá de su época más clásica y seguramente más inspirada, definitoria e influyente, Elvis Costello ha seguido construyendo una carrera que ha dado discos pletóricos y otros no tan acertados pero que, en cualquier caso, resulta enormemente sólida, rica y consistente en su conjunto.
Sus álbumes han gozado del privilegio de ser constantemente reeditados con mimo y dedicación, siempre bajo la atenta mirada de su celoso responsable, que se ha encargado de recuperar material adicional de sorprendente valía y de escribir jugosos textos que han hecho de estas suculentas reediciones piezas de indudable atractivo.
Además de revelarse como un inspiradísimo y formidable compositor desde sus mismos comienzos, Costello se ha caracterizado igualmente y de manera más que significativa por frecuentar el noble arte de la colaboración musical, nutriéndose del empuje y genialidad de sus coetáneos (Nick Lowe, Squeeze), alimentándose de sus maestros pero también aportándoles generosas dosis de su propio talento (Roger McGuinn, Paul McCartney), coqueteando osadamente con celebridades del universo clásico (The Brodsky Quartet, Anne Sofie von Otter) o logrando obras maestras al lado de veteranos intocables como Burt Bacharach o Alain Toussaint.
La buena noticia no es solamente que un plumilla de la veteranía y la solvencia de Xavier Valiño haya decidido ocuparse de tan atractivo y poliédrico personaje, sino, sobre todo, que, consciente de la relativamente abundante bibliografía disponible al respecto, lo ha hecho de una forma tan singular y original como concienzuda, logrando un volumen enormemente ameno, en el que se aborda la obra del londinense con ánimo más didáctico e ilustrativo que absolutamente exhaustivo.
Acomódense, pues, en su sillón de orejas favorito, tengan bien a mano los dispositivos electrónicos correspondientes con los que ambientar cada capítulo y deléitense con este trabajo de logradísimo equilibrio entre el conocimiento erudito, la solvencia profesional y la pasión de fan.
Pablo Carrero
4 de abril de 2016
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