Pablo Carrero: “Me encanta pensar que a algunas personas la existencia de Rock Indiana ha hecho un poco más felices algunos ratos de sus vidas”
Por Ennio Sotanaz
Rock Indiana es uno de los sellos más interesantes y prolíficos de la escena independiente española. Con veinticinco años a sus espaldas, uno de sus dos fundadores ha juntado en un puñado de páginas un jugoso montón de recuerdos, anécdotas e impresiones recabadas a lo largo del tiempo. El resultados es “Humildad y paciencia”, un libro vibrante, divertido y emotivo, que estos días pone en circulación la editorial 66 r.p.m.
Entrevistamos al autor del libro, Pablo Carrero, quien ha contado con la colaboración de Fito Indiana y de Santi Campos, Bryan Estepa, Sebastián Rubin y Ennio Sotanaz.
¿De dónde surge la idea de escribir un libro contando la historia de Rock Indiana? ¿Por qué ahora? ¿Debe interpretarse como un punto y seguido, un punto y aparte o un punto y final?
Fue un reto de Tony (Happy Losers); yo le propuse que hicieran una versión de “I´m a loser” de los Beatles y el me dijo que sí, pero que a cambio yo tendría que escribir una historia de Rock Indiana. Al principio no me lo tomé demasiado en serio, pero poco a poco fui escribiendo unos cuantos recuerdos y anécdotas que finalmente tomaron la forma de este libro.
Me propuse darle un empujón para que coincidiera con la celebración de nuestro 25 aniversario, un motivo como otro cualquier para ponerme un poco las pilas y poder terminarlo. Y no, no es ni un punto seguido, ni punto y aparte ni punto final.
Del texto se saca la lectura de que ni Fito ni tú tenías objetivos o perspectivas concretas, más allá de publicar los discos que os gustasen y que simplemente pensabais sacar el siguiente disco con los beneficios que sacarais del disco anterior. ¿Es cierto o en el fondo había un sueño algo más ambicioso? ¿Creíais que podríais seguir vivos 25 años después o realmente no había vocación de permanecer?
Cierto del todo… a priori no nos planteábamos nada en absoluto. Íbamos trabajando en función de los resultados que íbamos teniendo. No pensábamos a largo plazo, pero supongo que difícilmente habríamos creído que íbamos a durar 25 años.
¿Teníais algún modelo/referencia (no sólo musical) para Rock Indiana en el que miraros?
La verdad es que no… conocíamos en cierta medida la experiencia de sellos que nos gustaban, como Stiff en Inglaterra o la primera oleada de sellos independientes en España, pero no diría que fueron un modelo para nosotros. Sí sirvieron, quizá, de inspiración en algunos aspectos.
En el libro no aparece y, de hecho, da la sensación justo contraria, pero ¿alguna vez os rechazó algún grupo/artista?
La verdad es que no recuerdo ninguna calabaza… Sí había grupos con los que nos habría gustado trabajar pero que ya estaban en otros sellos, claro. Y, como se cuenta en el libro, también hubo alguno que no quedó contento con la experiencia indiana y cambió de escudería.
Rock Indiana nació recorriendo los garitos de Madrid en busca de ese grupo que nadie conocía. Siendo así, ¿cómo llegasteis a la posición de incorporar también bandas de otros países? ¿Supuso un problema en algún momento? ¿Cuál era la idea (o los prejuicios) que tenían esos artistas respecto a un sello español underground?
Al final, resulta que el mundillo del pop alternativo es relativamente pequeño y no es tan difícil que un grupo de Perth se entere de que en las antípodas existe un sello en el que su música podría encajar perfectamente. Cuando llevábamos todavía poco tiempo nos empezaron a llegar maquetas desde cualquier parte del planeta.
No suponía ningún problema -salvo los logísticos-, sino lo contrario: se nos abrió un panorama mucho más amplio y fichamos un montón de grupos buenísimos. No sé muy bien qué pensarían esos grupos de un sello español underground, como dices, pero siempre se han mostrado contentos de que hubiera alguien que entendiera y apreciara su música y tratara de echarles una mano para difundirla. Creo que siempre fuimos honestos con los grupos y les dejamos bien claro quiénes éramos y de lo que éramos capaces y de lo que no.
¿Qué puertas os ha abierto Rock Indiana y cuáles os ha cerrado?
Puertas abiertas: la experiencia de trabajar en algo que es una verdadera pasión; divertirnos muchísimo, conocer a un montón de gente extraordinaria…
No creo que nos haya cerrado ninguna, más allá de que el tiempo y esfuerzo dedicado a cualquier cosa no puede ser ya dedicado a otra.
¿Cómo era el ambiente de esos años 90 que refleja el libro? ¿Cómo era la relación entre los capos de los muchos sellos, fanzines, radios piratas y grupos que había entonces? ¿Había envidias o triunfaba más el espíritu colaborativo?
Creo que los primeros años 90 en España son un momento muy interesante para la música alternativa, albergando un movimiento que se ha abordado muy escasamente. Con la primera oleada de sellos independientes muy consolidada y funcionando ya en su mayoría con esquemas de multinacional (las más importantes, de hecho, estaban ya en manos de multis), se produjo un nuevo movimiento independiente más minoritario pero que dio un montón de grupos interesantes. En general, creo que sí había bastante camaradería; en nuestro caso, desde luego y salvo contadísimas excepciones, nos llevamos bien con todo el mundo y, como también cuento en el libro, en algunos casos nos ayudaron mucho en nuestros comienzos.
El libro refleja la historia de Rock Indiana desde varios ángulos, pero siempre desde dentro. ¿Cómo crees que se ha percibido esa misma historia desde fuera (especialmente desde el lado de los aficionados a la música sin conexiones con la industria)?
Es una buena pregunta, para la que no sé si tengo una buena respuesta. En ciertos momentos me ha sorprendido la percepción que tenía gente sobre todo de fuera de Madrid. A veces nos hemos encontrado con gente para la que Rock Indiana era algo verdaderamente importante. Supongo que, afortunadamente, los menos partidarios de nuestra política, nuestra filosofía y nuestros grupos no se han tomado la molestia de hacernos llegar sus impresiones. Lo que sí nos ha llegado han sido muestras casi siempre entusiastas de apoyo. Similares, por cierto, a las que veo en los seguidores de otros sellos. Para un buen aficionado a un tipo de música más bien minoritario un sello como el nuestro constituye un medio formidable para poder disfrutar de su afición favorita. Eso, desde luego, me ha pasado a mí siempre, y me encanta que nosotros hayamos sido para mucha gente ese vehículo que les ha permitido acceder a grupos que han sido realmente importantes para ellos.
A pesar de las docenas de bandas que han pasado por el sello, el texto pivota sobre un puñado de nombres muy concreto. Queda claro, por ejemplo, el papel especial que tuvo Santi Campos y en varias ocasiones te refieres también a la “familia Rock Indiana”. ¿Qué tiene de especial esa familia? ¿Cómo es? ¿Qué hace falta para pertenecer a ella?
Siempre tuvimos muy claro que solo ficharíamos al mejor grupo del mundo si podíamos llevarnos bien con ellos y que, de lo contrario, se los cederíamos gustosamente a cualquier otro sello. Entiendo que no es un criterio muy profesional, como lo explica de forma certera el propio Santi en el prólogo del libro. Quizá eso supuso perder alguna buen a oportunidad, pero no nos arrepentimos. Tampoco es tan especial; se trata, simplemente, de intentar hacer las cosas bien, disfrutando de ello lo más posible.
En cuanto a Santi, su incorporación fue una bendición y los años que estuvo en primera línea están llenos de recuerdos formidables. Él encarna todas las virtudes –y supongo que los defectos- de un miembro “pata negra” de la familia Indiana.
En el texto se simultanea tu voz con la de otras personas cercanas a Rock Indiana y en especial con la de Fito, el otro 50% de la sociedad. Curiosamente, más allá de no coincidir en la relevancia musical de los Rolling Stones, siempre coincidís en todo lo demás. ¿No existieron diferentes puntos de vista respecto a la concepción, la forma, los sueños, los mecanismos, los gustos o las reglas con las que la compañía ha funcionado todos estos años?
Una vez más, mucho antes que socios en una empresa, Fito y yo (y Santi) éramos y somos amigos. Felizmente, además, tenemos criterios similares en unas cuantas materias, incluyendo, obviamente, nuestra afición a la música. Además, creo que tenemos algunas habilidades complementarias que siempre hemos admirado, respetado y fomentado mutuamente. Creo que yo soy más impulsivo y Fito algo más pausado y reflexivo, lo que casi siempre ha dado como resultado un funcionamiento equilibrado y razonablemente eficaz. Por supuesto puntualmente ha habido discrepancias, pero creo que han sido poco relevantes.
Volviendo a lo anterior, ¿cómo era la selección de grupos? ¿Existían algunas reglas mínimas que tenían que cumplir o bastaba con que os gustasen a los dos? ¿Se rompió el consenso en alguna ocasión? ¿Os arrepentís de alguien que se quedase fuera? ¿Y al contrario?
Que nos gustasen y que nos cayeran bien (que pudiéramos llevarnos bien a la hora de trabajar con ellos) eran y son las únicas premisas. Tanto Fito como yo (y Santi, durante los años en los que estuvo “en plantilla”) hemos sido suficientemente flexibles para ceder un poco ante el entusiasmo del otro y hay grupos digamos más del gusto de uno que de otro, pero creo que en la mayoría de los casos coincidíamos de forma casi absoluta. Nunca se rompió el consenso; era y es impensable fichar un grupo que no nos convenza a los dos. Desde hace algunos años Fito vive fuera de España, y soy yo quien toma las decisiones del día a día, incluyendo fichaje de grupos, pero, aún así, tengo en cuenta su criterio y nunca se me ocurriría fichar a un grupo que a él pudiera no gustarle.
Tampoco recuerdo casos flagrantes de grupos o artistas que se quedaran fuera y nos hayamos arrepentido de ficharlos. Y el caso contrario tampoco se ha dado. Ha habido grupos que han funcionado peor de lo que esperábamos por una actitud demasiado pasiva o porque se separaron nada más sacar el disco… pero no nos arrepentimos de haber sacado esos discos.
Es el segundo libro que publicas con 66 r.p.m. ¿Qué tal es la relación con la editorial? ¿Cómo se tomaron tu idea de contar la historia de Rock Indiana? ¿Te quedan más historias que contar como para escribir un tercer libro?
La relación es muy buena; me identifico mucho con ellos porque, precisamente, funcionan con criterios muy parecidos a los que tenemos en Rock Indiana.
Cuando le presenté el manuscrito de “Letanía de Abbey Road” (el primer libro: una colección de relatos inspirados en experiencias varias de mi trayectoria como periodista musiquero) Alfred Crespo (director de 66 r.p.m.) me sugirió precisamente que añadiera más anécdotas indianas en el libro. Me lo propuse y lo intenté, pero me parecía que quizá era materia de otro libro diferente, así que aquí está ese otro libro.
Historias que contar hay muchas, y he metido mucho la tijera en “Humildad y paciencia”, pero tampoco quería acabar resultando aburrido.
Dame tres razones por las que mundo sería mucho peor si Rock Indiana no hubiese existido.
No creo que el mundo fuera mucho peor si Rock Indiana no hubiese existido, pero me encanta pensar que a algunas personas les ha hecho un poco más felices algunos ratos de sus vidas.
El libro «HUMILDAD Y PACIENCIA» está ya a la venta en la web de Rock Indiana
[…] 13 de noviembre la presentación del libro “Humildad y paciencia”, escrito por Pablo Carrero con la colaboración de Fito Indiana, Santi Campos, Bryan Estepa, Sebastián Rubin y Ennio Sotanaz. […]