Los que piensan que Chernobyl es la mejor serie del pasado año de la HBO, seguramente es porque no han visto OUR BOYS…
HBO lleva tiempo apostando por la expansión internacional mediante su asociación con reputadas cadenas y productoras de otros países para crear productos de calidad con denominación de origen local. El mejor ejemplo sería el de su partnership con la BBC, que este último año sin ir más lejos, ya nos ha dejado dos pequeñas joyas como Years and Years y Gentleman Jack. En el caso que hoy nos ocupa, la asociación ha sido con la productora israelí Keshet International, responsable por ejemplo de la serie original en que se basa Homeland. Además, al frente de la serie está nada menos que Hagai Levi, uno de los creadores de The Affair, una de las mejores series de la década. El resultado de esta unión de talentos ha sido la miniserie OUR BOYS, una producción rodeada de polémica desde el inicio, al tratar el infausto caso real del asesinato en Jerusalem de un niño árabe a manos de judíos ortodoxos.
La polémica alcanzó su cima cuando el propio presidente Netanyahu calificó la serie de antisemita. Un calificativo con el que los judíos ortodoxos más extremistas suelen calificar casi todo lo que no es abiertamente pro judío y anti árabe. Solamente desde este punto de vista fundamentalista se puede entender esa polémica, ya que el único defecto que se le puede achacar a la serie deriva precisamente de su intento de equidistancia y corrección política: la excesiva ralentización que provoca en la acción la voluntad de aproximarse a los hechos con extremada minuciosidad, casi como si de un documental se tratase.
OUR BOYS nos muestra el incómodo retrato de una sociedad fundamentada en la intolerancia y el odio alentados por la religión. Y cómo ese material inflamable provoca que el racismo, el fanatismo y la violencia formen parte de su día a día. Algo que debe ser bastante rentable para algunos a la vista de cómo este modelo de odio al diferente está proliferando en muchos países. Pero aparte de este lado social, lo mejor de la serie está en su retrato del lado humano. En el drama de unos personajes atrapados en unas circunstancias que les obligan a actuar más de acuerdo al papel que les ha tocado vivir que a sus propias conciencias.
Tras ver la serie, la verdad es que no entiendo muy bien la polémica suscitada porque a mí al menos me ha transmitido una relativa buena imagen del estado de Israel: aparentemente existe la separación de poderes y no parece utilizarse a los policías como fabuladores de argumentos para sentencias prevaricadoras. Qué envidia.
joseluis garcés