La historia del músico joven y con talento que logra alcanzar cierta fama para acabar malogrando muchas de las expectativas debido a su adicción a las drogas es una de los argumentos principales en la trama de la historia de la música del siglo XX. Y si los casos más populares pertenecen a la historia del rock, éstos son una menudencia comparados con los acaecidos en el mundo del jazz.
Chet Baker fue una estrella del jazz pero muy al estilo de las figuras del rock. A principios de los años 50 y con poco más de veinte años alcanzó la popularidad llegando a ser elegido por algunos medios musicales como el mejor trompetista de jazz del momento. Seguramente no era tan bueno como por ejemplo, Miles Davis o Dizzy Gillespie, pero contaba con dos grandes ventajas sobre ellos: era blanco y guapo. Al igual que ocurriría con Elvis algunos meses después, un joven blanco conseguía hacer digerible una música eminentemente negra para conseguir el éxito entre el público americano.
El hecho de haber alcanzado la fama formando parte del quinteto de Gerry Mulligan donde casi todos eran heroinómanos y que su gran ídolo fuera Charlie Parker, otro de los ilustres yonquis del jazz, a menudo se ven como influencias básicas en la posterior adicción de Baker. Lo cierto es que durante más de 30 años, la vida de Chet Baker transcurrió circularmente entre la droga y los escenarios: se drogaba para poder tocar y tocaba para poderse drogar.
LET’S GET LOST es una película dirigida por Bruce Weber y estrenada en 1988, pocos meses después de la muerte de Chet Baker. Lo que en principio iba a ser un documental sobre una gira de conciertos por Europa, se acabó convirtiendo en un surrealista viaje por los últimos meses de vida del trompetista. Con entrevistas a amigos, compañeros y familiares y las confesiones y reflexiones del propio Baker, el film nos va dibujando la triste realidad de un viaje hacia la autodestrucción en su etapa final. Todo un testamento filmado que expone con dolorosa claridad la disparidad entre la persona y el artista.
Como curiosidad, decir que en el documental tiene una participación bastante importante (aunque escasamente acreditada) la cantante y musa de la new wave, Cherry Vanilla. Ella aportó buena parte de la producción y del guión y aparece en algunas escenas del film acompañando a Chet Baker durante el rodaje. También para los newwavers, comentar que el último tema interpretado por Chet Baker en la película es el Almost Blue de Elvis Costello en una curiosa versión plena de patetismo y sensibilidad.
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