Tres temporadas ha durado THE DEUCE, la penúltima aventura en pantalla del gran David Simon. Si pudo disponer de 5 temporadas y 60 episodios en The Wire para desarrollar su crónica la ciudad de Baltimore, 4 temporadas y 36 episodios en Treme para acercarnos a la Nueva Orleans post Katrina, ahora 3 temporadas y 25 episodios le han bastado para enlazar cinematográficamente la relación entre la industria del sexo y la profunda transformación sufrida por la ciudad de Nueva York en los últimos treinta años.
La historia que nos cuenta abarca desde principios de los 70 hasta mediados de los 80. Una década y media centrada en «The Deuce», el apodo de la calle 42 en sus cercanías a Time Square. Un barrio donde se concentraba el tráfico de drogas y la prostitución, pero también una considerable cultura underground al amparo de su gran vida nocturna. Es en esas calles y en esa vida nocturna donde David Simon sitúa una de sus clásicas estructuras corales para hablarnos del proceso de gentrificación del corazón de Manhattan.
En THE DEUCE no hay protagonistas principales. Ni secundarios. Porque en los guiones de Simon cada personaje es protagonista. Y aquí personajes hay muchísimos: prostitutas, proxenetas, mafiosos, camareros, policías, empresarios, políticos, pornógrafos, traficantes, activistas, ejecutivos, cineastas… Cada uno disfrutando de su pequeña trama y de sus momentos de gloria. Todos, como piezas de un puzzle, van construyendo con precisión el gran cuadro final. La habitual forma que un periodista vocacional como Simon suele usar para ofrecernos las panorámicas sociológicas de sus ciudades: a base de pequeñas crónicas.
En realidad, aquí, como en casi todas las series de David Simon, el personaje principal es la ciudad. Ese gran contenedor de pequeñas historias individuales que a modo de elementos químicos, se mezclan y reaccionan para crear algo diferente y con vida propia. THE DEUCE habla de muchas cosas y toca tantos temas que casi se hace difícil encontrar alguno que no aparezca de una forma u otra. Hablar de su argumento se hace complicado porque seguramente, a la hora de hacer una sinopsis, cada cual destacaría elementos diferentes. Baste decir que es una serie apasionante y aunque no es perfecta (solo The Wire lo es), nadie debería dejarla pasar.
Y no puedo acabar sin mencionar la banda sonora. Con una acción que se desarrolla fundamentalmente en garitos nocturnos del Nueva York de los años 70 y 80, lo que en ellos se escucha es todo un muestrario de la historia de la música de esas décadas: desde la explosión funk de inicio de los 70 hasta la nueva ola pasando por el punk. Toda una gozada para los que idolatramos musicalmente esas épocas y esos estilos. Y esa importancia de la música de cada época queda refrendada por las canciones que suenan en los títulos de créditos de apertura de cada una de la tres temporadas: nada menos que Curtis Mayfielf en la primera, Elvis Costello en la segunda y Blondie en la tercera. Insuperable.
Artículo publicado en INDIANAzine
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