Una característica común a muchas de las grandes series de hoy en día, suele ser su intensidad. Una intensidad a menudo expresada en forma de grandes dosis de violencia, física o emocional y con frecuentes giros de guión en busca de la convulsión del espectador. Ante tanta turbulencia emocional, a veces se agradecen series que sean mucho más relajadas. Series bien hechas, interesantes y agradables de ver, pero sobre todo relajadas. Un ejemplo perfecto para mí sería Downton Abbey. Y otro, salvando las distancias, podría ser NASHVILLE.
NASHVILLE es una serie de la cadena ABC, una de las cuatro grandes cadenas nacionales americanas y desde hace algunos años, propiedad de la Walt Disney Company. Es decir, no estamos hablando de la HBO o de Showtime. Aquí no hay palabrotas, ni sexo, ni violencia. Es una mojigata cadena para toda la familia. Dicho lo cual, hasta a mí me parece sorprendente que pueda estar hablando de ella. Pero es que NASHVILLE, que ya está en su cuarta temporada, se ha convertido en mi pequeña debilidad.
NASHVILLE, ambientada en la ciudad del mismo nombre, se centra en la historia de Rayna Jaymes, una estrella del country y leyenda viva de la ciudad. Alguien que lo ha conseguido todo en el mundo de la música, y que tras unos años de retiro dedicados a su familia, quiere volver para demostrar que sigue siendo una estrella en estos tiempos en que el negocio discográfico ha cambiado profundamente. Para ello debe competir con la nueva diva de su discográfica, una joven estrella del pop adolescente. Este es el punto de arranque de la serie, que a partir de ahí se va centrando en la evolución del núcleo de personajes alrededor de estas dos mujeres, fundamentalmente gente del mundo de la música.
Por supuesto, con esta temática, la música es un elemento fundamental en la serie donde abundan las actuaciones en directo de los protagonistas. En general casi todos los actores, muchos de ellos con alguna experiencia musical, dan bastante bien el pego como cantantes en los números musicales. En este apartado, conviene destacar que, aparte de canciones bastante ramplonas, aparecen de vez en cuando algunas estupendas composiciones muy dignas de tener en cuenta. Además, toda la banda sonora viene arropada por enormes talentos de la ciudad del country, entre los que cabe destacar a T. Bone Burnett como productor ejecutivo musical de las dos primeras temporadas.
En el fondo, NASHVILLE no es más que un folletín (soap opera que llaman los americanos), pero un más que agradable folletín musical con evidentes referencias a personajes y situaciones conocidas del mundo de la música. Relajante y muy entretenida, es como disfrutar de un agradable viaje acompañado de una bonita banda sonora de canciones más o menos cercanas al country. (Tema aparte de discusión podría ser el amplio concepto de country como estilo musical que deben tener en Nashville, donde casi todo parece caber en él…).
Lo repito: una serie confortable.
joseluis garcés