Después de un primer álbum absolutamente demoledor, todo un clásico de la nueva ola británica, los Jags daban en su segunda entrega preocupantes muestras de declive. La más obvia de todas era que la mejor canción del disco (ellos mismos lo sabían bien: era la que abría el álbum) no la firmaban ellos mismos, sino, nada más y nada menos que el bueno de Cat Stevens, ya por entonces Yusuf Islam, una vez convertido al islamismo y, abandonada, en consecuencia, su durante años fructífera y brillante carrera. La retomaría más tarde, pero sus días de gloria habían pasado hacía ya mucho tiempo.
De cualquier manera, la versión original, editada en el álbum de Cat Stevens “Matthew and son” (1967) es realmente buena, pero lo que hicieron los Jags con ella fue aplicarle una generosa dosis de la energía propia de la época y convertirla en un pildorazo con todos los ingredientes del mejor power-pop.
by Pablo Carrero
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