La historia siempre la escriben los poderosos y son ellos los que ponen las etiquetas. Para un devoto ateo como yo que nunca se ha molestado en distinguir entre sectas y religiones, el etiquetado entre ambas me parece superfluo y seguramente cuestionable. Tan cuestionable como despachar WILD WILD COUNTRY diciendo simplemente que se trata de un documental sobre una secta (o religión…). Simplificarlo así, sería como reducir ‘Centauros del desierto’ a «una peli de indios».
WILD WILD COUNTRY (Netflix, 2018), es una miniserie documental de 6 episodios que cuenta el peculiar periplo de un gurú hindú y sus seguidores cuando deciden trasladarse desde la India a los Estados Unidos y la asombrosa situación derivada de su estancia allí. Una historia que abarca varios años a mitad de los ochenta y que en la pantalla dura algo más de 6 horas que se pasan como un suspiro. Porque para los que puedan padecer cierta aprensión a los documentales largos, decirles que es difícil encontrar series de ficción más interesantes y con un mejor guión. De hecho, a veces parece que se trata de un falso documental para contar una historia bastante increíble, más que la crónica detallada de un hecho real.
El interés del documental trasciende la propia historia que cuenta (algo que por otra parte debería ser el objetivo de todo documental… o incluso de toda obra artística). Una historia verdaderamente curiosa e interesante, pero cuyas lecturas pueden llevarnos mucho más allá, dependiendo de la interpretación que cada uno haga de las mismas. Porque la búsqueda del amor y la felicidad, las dificultades de la convivencia social, la ambición sin límites, el miedo a lo desconocido, la lucha por los derechos, la defensa del territorio o el abuso de poder, son conflictos universales que han acompañado al ser humano desde el inicio de los tiempos.
WILD WILD COUNTRY toca todos estos temas porque se centra más en los efectos de las acciones del grupo religioso que en la propia secta. No intenta tanto ofrecer respuestas como plantear interrogantes. De hecho, al final tampoco acabamos sabiendo gran cosa sobre las creencias y normas del grupo. Pero lo que a mí al menos sí me ha quedado claro es que términos como «abducido», «chalado», «héroe» o «ilegal» que aparecen repetidamente mencionados, pueden ser tan aplicables a las personas y hechos calificados como en muchos casos, a los propios calificadores. Como decía: la historia siempre la escriben los poderosos y ellos son los que ponen las etiquetas.
Deja una respuesta